Marcos la rodeó con sus brazos y, como si fuera una niña, la sentó en su regazo y la acunó mientras las lágrimas resbalaban descontroladas por sus mejillas. Marta seguía repitiendo las mismas preguntas una y otra vez: ¿quién es ella? ¿Por qué le dedicaste tu libro? ¿Quién es Marta?
-Marta ya no está. Se perdió
en la memoria del tiempo.