domingo, 29 de mayo de 2016

AUNQUE OS PESE

[fotografía: Oscar Muñoz Carrera]

“Se hacían señales desde la distancia. Sólo el reflejo de los rayos de sol, que salían despedidos del espejo como saetas, era todo su lenguaje. No necesitaban nada más. Aquella estrella luminosa en plano día era toda su comunicación. En ese momento sabían que sus almas estaban unidas por unos minutos, que sus pensamientos se dirigían el uno al otro, que no había distancia, que se seguían amando.

No les habían dejado unir sus vidas, les habían separado sin poder conocer los labios del otro, su respiración, su aliento, el olor de sus cabellos, el tacto de su piel. Les habían robado la palabra pero no habían conseguido separar sus almas.

Desde el mismo momento que cruzaron sus miradas, cuando el recorría la ciudad a caballo, victorioso, supieron que nunca dejarían de amarse”.


Juan estaba fascinado por la historia  y por  los ojos de la mujer que los relataba. Era la primera vez que visitaba la ciudad y Adela se desvivía por contarle  las viejas leyendas y enseñarle todos los rincones de la antigua ciudad que ella conocía tan bien.


Juan y Adela se conocían sin verse, sabían el uno del otro sin que nunca hubieran cruzado una palabra y ahora estaban allí, los dos juntos paseando por las calles empedradas descubriendo que había algo que les unía, algo que habían sospechado pero que ahora podían confimar. Lo supieron nada más verse y un estremecimiento les recorrió todo su ser. Pero, al igual que a los amantes de “Aunque os pese la veré”, les estaba prohibido.  Almas gemelas destinadas a no unirse nunca.


Juan se llevaría todos los cuentos y leyendas de la ciudad encerrados en su corazón. Nunca podría olvidar a la mujer que le abrió su corazón y que se lo envolvió en relatos antiguos  de amores imposibles y guerras perdidas.


Ella se quedaría allí, en la Ciudad de los Cuentos, con el recuerdo de Juan como el caballero victorioso al que nunca volvería a ver, pero al que no olvidaría jamás porque se había llevado un pedazo de su alma.


LLÉNAME DE TI

Estoy sedienta de sentimientos, de mis dedos salen palabras abortadas. Mi cuerpo sufre las llagas de la sequía. Mi alma se encoge y ...