fotografía: Oscar Muñoz Carrera |
Disfrutaba paseando por los
bosques, en el silencio de su cuarto, entre el bullicio de gente escandalosa
que reía sin sentido y que hablaba con
palabras vacías, en las estaciones de tren, donde la gente espera en silencio,
en los geriátricos donde los viejos aguardan la hora de su partida. ¡Había disfrutado tanto! La gustaba recorrer
los viejos pasillos de los psiquiátricos, donde se deleitaba con las miradas
extraviadas de los pacientes, se les acercaba y les acariciaba el rostro como
una madre acaricia al hijo al que ama. Pero no había nada más placentero que
refugiarse en los enamorados rotos por el desamor.
La gustaba ir a sentarse en el
banco corrido que bordea el Paseo del Rastro, frente a la muralla y observar a
los viejos que tomaban los últimos rayos de sol del otoño. Aunque le molestaba
la escandalosa algarabía de los niños subiendo las afiladas piedras que hacían
de cimientos del imponente monumento, podía suportarlo porque era mayor su
satisfacción observar a las personas solitarias que caminaban a ningún lugar,
con la mirada perdida en viejos recuerdos.
Poco imaginaba que todo lo que
había sido hasta ahora dejaría de ser, todo en lo que se había deleitado
desaparecería.
Esa misma tarde mientras se
regodeaba en la soledad de los ancianos, sintió como una ráfaga parecida a un
relámpago sacudía todo su ser, no pudo dejar de mirar a quien lo había
provocado, un muchacho de tez morena, ojos verdes y cabellos negros azabache
cargando con mochila y auriculares.
Caminaba alegre, siguiendo, sin saberlo y sutilmente el ritmo de la melodía que
salía de sus “cascos”.
Desde ese día empezó a enfermar de una dolencia rara que
ella no conocía, ya no sentía satisfacción con ver a los viejos refugiarse en su soledad, ni
disfrutaba recorriendo los pasillos de los geriátricos, ni en las salas de
espera de las estaciones, sólo pensaba en el muchacho que había visto pasar por
el paseo del Rastro y que había cruzado una leve mirada con la suya.
Desde entonces Soledad empezó a
morir poco a poco. El su existencia ya no tenía sentido.