A medida que ascendía por la escalera caracol que daba a la buhardilla
donde él se hospedaba, la respiración se le
iba acelerando.
Había estado
imaginando cosas…Cuando abriera la puerta lo abrazaría, lo besaría. Un largo
beso en la boca, sintiendo su sabor, metiéndose en su cuerpo y su mente a través de su aliento, y él
respondería a ese beso con toda la ternura de sus manos, de su piel.
Tocó el timbre. Esperó unos segundos. No podía oír nada, el
sonido de su corazón no se lo permitía. La puerta se abrió y ese corazón, que no había parado quieto un
momento, se paralizó, la respiración se cortó y sus ojos se inundaron de
amargura.
Sin articular palabra, sílaba, sonido,
se dio la vuelta sujetándose a la barandilla para no perder el
equilibrio.
La mujer que abrió la puerta se le quedó mirando perpleja
mientras la veía desaparecer con ritmo titubeante.