viernes, 16 de septiembre de 2016

CUENTOS DE LA MURALLA (IV). Helios.



[fotografia: Oscar Muñoz Carrera]

Los últimos rayos de sol se abrían paso a través de las almenas de la vieja muralla.

No quería irse, deseaba continuar observándoles un ratito más.

Había despertado con la apremiante necesidad de saciar esa curiosidad con la que se asomaba todas las mañana por saber que le depararía al mundo.

Pero esa mañana era especial, por lo que miró aún con más atención lo que ocurría en la vieja ciudad.

Dos almas se iban a cruzar. La palabra había construido un puente entre sus mundos. Los portadores de esas almas se encontrarían por primera vez.

Expectante no les había quitado el ojo de encima. Risas, confidencias, a veces caras serias, como si estuviesen diciéndose algo importante. Helios no podía oírles, demasiado lejos, pero podía ver sus rostros, llenos de ilusión y cierta timidez.

No quería irse sin descubrir qué les depararía.

Y ahora, mientras los  últimos rayos les acariciaban, sus manos se buscaron, se rozaron y antes de que sus dedos se abrazaran, el gran dios expiró.

LLÉNAME DE TI

Estoy sedienta de sentimientos, de mis dedos salen palabras abortadas. Mi cuerpo sufre las llagas de la sequía. Mi alma se encoge y ...