¿Recuerdas aquella vez que me
cortaste el flequillo? Te pedí que lo hicieras porque me molestaba el pelo
metiéndoseme en los ojos, y tú cogiste las tijeras y muy delicadamente fuiste
cortando poco a poco por encima de la línea de las cejas. Si tuviera que
escoger mi momento favorito en los veinticuatro años que estuve contigo diría
que ese fue el momento.
Han pasado doce años desde que te
fuiste y todos los días te echo de menos. De una manera callada, silenciosa,
pero sigues en mi corazón. Ya no duele, el dolor se fue hace mucho, pero tu
ausencia ha dejado un hueco en mi que nunca, y ahora lo sé, nunca va a ser ocupado
por nadie ni por nada.
Han cambiado muchas cosas en mí
estos años, no soy la misma. Creo que tengo muy poco que ver con la mujer que
conociste, a la que amaste y la que te amó. Sólo hay algo que perdura y ese
eres tú, en mi mente, en mis pensamientos, en mis sueños, porque hay noches que
te sueño y me duele despertar.
Te veo entrando por la puerta
todo sudado después de volver de tus largos paseos en bicicleta en los que
disimuladamente habíais competido tu amigo Javi y tú. Nunca lo reconoceríais
pero siempre competíais, sobre todo a nivel deportivo, futbol, tenis,
montañismo, ciclismo… Al final tú llegaste el primero a la línea de meta, pero
no fue un triunfo, no era dónde tenías que llegar tan pronto. Aún te quedaban
muchas carreras por afrontar.
Me cabreabas tanto cuando te
ponías a trabajar en el jardín y dejabas todas las herramientas tiradas por
ahí!!!!. Ahora el jardín está hecho un desastre, nada de flores, el césped ha
perdido su poder, las “malas hierbas” se han hecho las dueñas y señoras del
lugar, la hiedra ha crecido tanto que está a punto de llegar al tejado, las
arizónicas…de esas mejor ni hablar. En fin, que el jardín se quedó huérfano sin
ti. Estoy segura que también te echa de menos.
Echo de menos bailar en la
cocina. Nos reíamos tanto cuando, con la música de la radio, nos arrancábamos a
bailar y los niños a nuestro alrededor no miraban con cara de no saber qué pasaba. Y nos
decíamos: “algún día lo recordarán y se partirán de risa”.
Ya no me gusta cocinar porque no
estás tú para decirme lo rico que me ha salido todo, porque no te veo comer
relamiéndote y pringando el pan en la salsa de la merluza a la cazuela o en la
salsa del pollo en pepitoria. Ya no es lo mismo.
He salido adelante, no he dejado
que tu marcha me hundiera, estoy haciendo cosas que nunca pensé que podría
hacer, y estoy contenta con mi vida, sólo echo de menos que no la compartas
conmigo.
No volveremos a vernos, pero
nuestros cuerpos se fundirán eternamente el día en que yo marche también al
lugar que la vida nos tiene reservado para descansar de sus vaivenes, de su
generosidad, de su egoísmo, de su belleza y de su más descarnada agresividad
y violencia, de su tranquilidad, de su
desasosiego. De ella misma.