Fuera nevaba. El paisaje iba
cambiando de aspecto a medida que el tren avanzaba. Cada vez más blanco, cada
vez más oscuro. Los rayos de sol se peleaban con las nubes en un esfuerzo por
alcanzar la superficie, pero hoy no lo iban a conseguir.
El paisaje era el reflejo de su
estado de ánimo. Luchando para que la tristeza no
se apoderara de su alma.
Había salido el sábado por la
mañana de su casa igual que sale una adolescente al encuentro de la vida. Una
vida que se abre con nuevas sorpresas y esperanzas. Al igual que una
adolescente, temblaba ante el temor de que la vida no fuera lo que le habían
contado. Y si no encontraba lo que esperaba? Y si sólo era una fantasía?
Durante el trayecto no paró de
imaginar cómo sería. Una sonrisa nerviosa se le había instalado en el rostro.
El hombre que tenía enfrente no paraba de mirarla. Seguro que pensaba que era
idiota con esa sonrisa puesta, y cada vez que recibía un wassap de él, la
sonrisa tonta se le acentuaba.
¿Cómo había llegado hasta allí?
Aquello parecía totalmente imposible. No se habían visto nunca, casi no habían
hablado. Dos conversaciones telefónicas pero, eso sí, miles de wassap en sólo 5
días.
Había abierto su alma a un hombre
que no conocía pero que sentía que de alguna manera el estaba ahí para ella y
ella estaba ahí para él. En algún momento la vida había decidido jugarle una
buena pasada. Se lo debía! ya le había puteado bastante. Aunque…de vez en
cuando, una nube negra se instalaba en su mente y la hacía dudar.
No se había equivocado, cuando le
vio le reconoció inmediatamente. Ahí estaba! le habría reconocido entre una
multitud, entre un millar de personas, porque había algo que les tenía
conectados.
No podrá olvidar ese día y
esa noche. Se acababan de conocer, pero ellos ya se conocían, no hacía falta
forzar nada. Todo era natural, como lo es cuando dos personas llevan años juntos y la sola
presencia del otro hace que todo sea tranquilidad y sosiego.
Decidió que no quería dormir. No
podía perder las horas que le quedaban por disfrutar de su compañía, durmiendo.
Quería sentir sus brazos rodeándola, quería sentir su respiración en su rostro,
sus manos entrelazadas. Absorbió todas esas sensaciones y las dejó fotografiada
en su piel.
En algún momento de la noche, el
sueño maldito se apoderó de ella.
Cuando despertó no había nadie a
su lado, nadie la abrazaba, nadie entrelazaba sus manos con las de ella, había
desaparecido el cálido aliento que le embargaba.
Buscó por cada rincón de la casa,
gritó su nombre hasta quedarse muda, esperó durante horas, días, semanas…
Con el alma rota y el corazón
deshecho volvió a aquella estación que fue testigo de su ansiado encuentro.
Volvía a la soledad, a la tristeza.